sábado, 23 de febrero de 2008

La increíble historia de Pulgarcita


Se fue haciendo cada vez más pequeña, tal vez porque cada día enterraba un deseo o simplemente por la acción arrolladora del tiempo. El asunto es que un día su marido dejó de verla y más tarde de buscarla.
Ella hizo todo lo que pudo: cantaba arias de ópera, pintaba leyendas en los zócalos, invertía horas interminables en subirse a una silla para llegar a la mesa y dejar caer objetos que eran recogidos con indiferencia en menos de un segundo, hasta que finalmente ocurrió lo inevitable: él terminó olvidándola.
Una mañana cuando el marido se iba a trabajar ella tomó la decisión: puso su cabeza junto al marco, entonces él cerró la puerta y la decapitó. O mejor dicho: la descuartizó.
El hombre empezó a caminar hacia el subte, pero escuchó un sonido, como una música, entonces buscó el lugar de donde venía y para su sorpresa encontró una pelota muy pequeña de madera, junto a su pie izquierdo. Y corrió tras ella, porque empezó a rodar.
Al recogerla, vio que tenía dibujada una carita de mujer, de cuya boca salía una melodía tan dulce como jamás él hubiera recordado. O al menos esa fue su sensación antes de ser atropellado por el diferencial.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dark y profundo. Ceci, tu relato, además de excelente, es terapéutico: esa idea de ir empequeñeciéndose al enterrar deseos me inquietó tanto que ya mismo me pongo en marcha para cumplir los míos! Besos, Maestra

Cecilia Gauna dijo...

vaya a saber una que culpa tuvo el pobre marido de eso, pero asi son las tragedias: se mueren todos.
Gracias por su comentario : corra hacia sus deseos, pero cuando vea una pelotita de madera.huya!
besos
ceci